Nueva Esperanza

Doce discursos
del
Rev. Sun Myung Moon

LA AFLICCION DE DIOS

     Cuando se os pregunta qué es lo más valioso de este mundo, diréis que es vuestra vida. Para vosotros, vuestra vida es lo más grande y lo más importante. Sin embargo, si lo pensáis de nuevo, ¿no hay nada más grande que la vida misma? Vuestra respuesta sería el amor; no podría ser ninguna otra. Ni saber, ni autoridad, ni poder, nada es más deseable que el amor.

     Queremos vivir eternamente, nada menos que eso. Pero si se os preguntase con qué os gustaría vivir a lo largo de esta eternidad, vuestra respuesta solo podría ser el amor. La vida ya está en vuestra posesión. Si continuáis viviendo a lo largo de la eternidad, entonces ya habréis conseguido vuestro propósito o deseo. Pero necesitáis algo más. No queréis vivir sin amor.

     Debe haber algo correspondiente en Dios, ya que El es el Creador de la vida. ¿Puede Dios disfrutar de su vida sin amor? No. Por muy omnisciente u omnipotente que sea, no puede disfrutar felicidad por sí mismo. No puede ser feliz, no puede tener un ideal o sentir alegría.

     Suponed que veis a un hombre bailando y chillando de alegría. Todo lo hace para sí mismo. No hay nadie más a quien está hablando o que le responda. No tiene ningún objeto con él. Diríamos que este hombre está loco. Decís que sois felices porque tenéis a vuestros padres, vuestro marido o mujer, vuestra novia. Decís a alguien: "Soy feliz porque te tengo conmigo". Cualquier ideal, alegría, felicidad o cualquier cosa de valor no se puede lograr sin un objeto. Estrictamente hablando, no sois felices porque exista una flor, sino porque veis la flor. La flor significa algo para vosotros. No os sentís felices porque haya música, sino que sois felices porque escucháis los sonidos. No os sentís felices porque existan los olores, sino porque podéis oler fragancias. No os sentís felices simplemente porque hay alguien a vuestro lado, sino porque podéis verle, tocarle, hablarle. Podéis finalmente decir que en el mundo, si no tenéis un objeto que os responda, no hay alegría, ni ideal, ni felicidad. Si esto es
verdad entre seres humanos, lo mismo se aplica a Dios.

     Dios se acongojó debido a la caída humana. ¿Qué factor pudo provocar esto en El? ¿Qué pudo responder a la caída? Si no tenéis a una persona unida a vosotros, no tenéis nada que perder. Sin haber jamás conocido a esta persona ni siquiera podéis decir que estáis tristes. Es sólo después de haber perdido vuestro objeto que antes habíais tenido cuando sentís infelicidad y tristeza.

     Entonces ¿en qué posición estaban originalmente los seres humanos en relación con Dios, para que El se pusiese tan triste ante su pérdida debido a la caída? Podemos imaginar que los seres humanos estaban en la posición correspondiente de objeto para Dios como el Sujeto. Si echamos un vistazo a través de toda la creación, no podemos encontrar nada más grande que el hombre; somos la obra maestra de la creación de Dios. Examinándonos a nosotros mismos, encontramos. que nuestros cuerpos están llenos de misterios. Incluso la apariencia del ser humano tiene algo grande y misterioso. Dios, siendo el Señor y Absoluto Uno, había escogido a aquél de mayor capacidad en su creación para que fuese uno con El. Este debe ser el hombre. Si Dios existe, el Sujeto de la vida, entonces el objeto de su vida debe ser el hombre. Ya que Dios es eterno, no querría que el hombre fuese un ser efímero. El Dios eterno debe haber querido que el hombre sea también eterno.

     Decimos que Dios creó al hombre como su objeto de la vida. Pero el hombre era más que esto para Dios, no simplemente un objeto para mirar, para andar con él. Fuimos creados para ser objetos de su amor. Nada menos, nada más, nada sino amor.

     Después de la creación, Dios debió haber mirado a todo su alrededor y vio que todas las criaturas eran hermosa. y buenas. Cuando vio las bellas flores lozaneando en el campo, esto debió haberle alegrado; pájaros gorjeando, mariposas volando, todo esto lo hacía feliz. Podía decir que El era feliz, todo era bueno. Esto era a causa de que amaba estas cosas. Cualquier cosa que miráis, las flores u otra cosa, cuando decís: "Qué bonito". "Es precioso", entonces ya estáis amando esa cosa. Tenéis animales domésticos y los amáis. En América yo he visto a menudo a la gente paseando con animales e incluso . besándolos. Si podéis amar a las flores, pájaros y animales ¡cuánto más deberíais amar a los seres humanos! Si sonreís al perrito ¿os puede él devolver otra sonrisa? Si habláis a un pájaro y le decís que cante con vosotros ¿lo haría? ¿podría entenderos? Por muy hermosa que sean las flores si queréis que bailen con vosotros, ¿lo harían? Pero con otra persona, si queréis que haga algo con vosotros, puede responderos. Si decís: "Vamos a bailar, vamos a cantar", esta persona empezará a bailar y a cantar con vosotros.

     Podemos ver que el hombre es el ser de mayor virtud y valor para Dios. Dios tiene que amar al hombre. Podéis estar tan seguros como para decir que sin vosotros mismos, Dios no puede ser feliz.

     El hombre tenía al principio semejante relación con Dios. ¿Qué entristeció a Dios? ¿Qué arrebató al hombre del seno de Dios? Si hubiera habido algún enemigo de Dios, habría querido arrebatarle su posesión más valiosa. Satán echó el ojo a lo que Dios más atesoraba. Quería arrebatar el objeto de Dios para que fuese el suyo propio. Dios tiene dentro de sí mismo vida y amor. La vida está también dentro de vosotros; Satán no podía llevársela. Pero el amor no es algo fijo, es mutable y podía ser quitado. La vida no podría ser quitada de vosotros porque vosotros sois la vida misma, y vosotros lucharíais contra le pérdida de la
vida. El podía solamente llevarse algo en la posición de objeto hacia vosotros. El amor es lo más valioso que tenía la posibilidad de ser robado.

     Suponed que sois un marido; existe la posibilidad de que algún otro os quite vuestra esposa. Hay dos formas por las que ella podría seros quitada, o por la fuerza o con más amor del que vosotros podéis darle. La caída del hombre, por consiguiente, pudo haber surgido solamente, centrada en el amor. Según el Génesis, Eva fue tentada o tomada por Satán. Esto pudo haber sucedido o por la fuerza o por más amor del que su esposo había sido capaz de darle. En aquel tiempo, por lo tanto, Adán y Eva no debían estar en perfecto amor el uno con el otro. Si esto hubiese sido así, entonces por nada podría haberle quitado a Eva. El primer amor es el más fuerte. Hasta la muerte no olvidáis vuestro primer amor. Siendo su primer amor el más fuerte, nada podría haber separado a Adán y a Eva, si este amor hubiera alcanzado la madurez. En otras palabras, la vida, por lo tanto, estaba presente en su forma perfecta en la creación, pero el amor aún no había alcanzado la madurez.

     Cuando luchamos por unirnos con Dios, tenemos que ir a través de tres grados de amor. Hay tres tipos de amor: el amor de los padres, el amor de marido y mujer y el amor de los hijos. De estos tres ¿qué tipo de amor vendría primero? El amor de los padres vendría antes que los otros dos. Entonces, podemos muy bien decir, que el amor partió de amor paternal. Sabemos que todo amor se originó en Dios. El amor comenzó en Dios como Padres, quien creó al hombre de este amor. Después de la creación, el hombre y la mujer se unirían en la posición de padres hacia sus hijos. Por consiguiente, habría surgido amor paternal, amor marital y amor de hijos en las familias humanas. El amor comienza en Dios y luego hombre y mujer unidos, semejando a Dios, experimentan amor en su matrimonio. Hacia sus hijos sienten amor paternal, mientras que los hijos sienten amor filial hacia sus padres, quienes devuelven su amor a Dios.

     Sin embargo, debido a la caída humana, el amor comenzó aparte de Dios, en un mundo malo dominado por Satán. Y el amor que disfrutamos tiene la cualidad de no estar centrado en el amor de Dios. Para restaurar estos amores y devolverlos al corazón de Dios, debemos experimentarlos en el orden inverso. Primeramente, debamos traer el amor de hijos bajo el dominio de Dios, después el amor matrimonial y finalmente el amor de padres. Cuando los hijos de Dios se casan con la bendición de Dios, en su unidad, amando a Dios como sujeto hacia ellos, entonces pueden restaurar los tres amores de una vez.

     A causa de la caída perdimos tres amores, amor paternal, amor matrimonial y amor filial. Al llevarlos a estar centrados en Dios, debemos elevar todo nuestro amor a una más alta dimensión de la que hemos conocido hasta ahora en la tierra. Podemos elevar el amor sobre el nivel del dominio de Satán y volver al modelo y valor originales del amor, al modelo que se iguala al amor de Dios. Encontraremos el modelo de amor en el hombre como hijo de Dios en el perfecto amor de Dios, como pareja casada en el perfecto amor de Dios y como padres en el perfecto amor de Dios. Fuera del mundo controlado por Satán, Dios debe encontrar por lo menos una persona como hijo suyo y elevarlo a través de estas posiciones, llevándolo finalmente al modelo de amor paternal. Esta persona, puede ser el centro del amor de Dios. El primer hombre que logra esta trayectoria de amor puede ser llamado el Mesías. En él encontraréis las verdaderas calidades de amor, como Hijo de Dios, como verdadero marido y como Verdadero Padre. (Isaías 9:6).

     Todos estos tres amores deben ser revelados en una persona, porque todos fueron
perdidos a la vez a través de la caída de Adán. Dios va a restaurar estos tres tipos de amor en el hombre que ha hallado como hijo Suyo, Al restaurar en esta persona los tres amores humanos, Dios puede comenzar a restaurar a toda la otra gente del mundo como hijos suyos.
     La gente está enajenada del amor de Dios, pero siempre y cuando tengan un profundo deseo de amar a Dios o de ser amados por El, el amor de Dios tiene poder magnético. Esta persona será inevitablemente atraída a Dios y se unirá a la corriente principal del caudal de Su amor. El amor es el único elemento que puede llevarnos hacia Dios y sólo el camino del amor puede conducirnos a alcanzar a Dios.

     Vuestros padres, vuestra esposa y vosotros mismos con vuestros hijos, formáis tres niveles en una familia. Dios es el origen, vosotros y vuestra esposa representáis el mundo presente, y vuestro hijos representan el futuro. Por tanto, debéis ser capaces de llegar a ser uno, por lo menos con vuestros propios padres e hijos. Solo el amor puede unir estas tres generaciones de gente. Solamente cuando podéis disfrutar estos tres niveles de amor, podéis decir que sois realmente felices. Nunca habrá gente infeliz en esta clase de familia. Si vosotros y vuestro marido o esposa, sois uno centrados así en el amor de Dios, nunca podréis ser separados el uno del otro. No existirá el divorcio, ni las riñas.

     Estáis en la posición de heredar la tradición formada por vuestros padres. Aquel que trate mal a sus padres o a la generación anterior, sufrirá. Debéis amar a los niños como Dios los amaría. En el hogar, la joven pareja debe amar a sus padres y dar ejemplo de esto a sus hijos. Si falláis al educar propiamente a vuestros hijos, vuestro hogar se deshará.

     Nuestro corazón de amor, centrado en el amor de Dios, debe ser agrandado y elaborado para abarcar al mundo entero. Este es nuestro camino de progreso y es así como marchamos sobre nuestro camino de fe. Vosotros como figura central, debéis amar a vuestra esposa, como Dios quería, como Dios amaría a él o a ella; y al amar a vuestros hijos debéis amarlos como Dios los amaría. Si hacéis esto, vuestros hijos harán lo mismo con vosotros y con sus abuelos, y vuestros padres os amarán a vosotros y a vuestros nietos del mismo modo. Esta es la medida del amor, esta es la verdadera tradición de amor.

     Sólo por el hecho de amarse mutuamente una pareja no tiene derecho a entrar en el Reino de Dios. Cuando amen a sus padres tan tiernamente como amarían a Dios, entonces tendrán derecho al Reino. Y cuando la pareja críe hijos, no deben pensar que los hijos sólo le pertenecen a ella, sino que son hijos de Dios. Los padres son responsables de criarlos y educarlos como hijos de Dios. Si amáis a vuestros hijos de este modo, toda vuestra familia puede entrar en el Reino de Dios.

     Si hay una familia que reciba al amor de Dios perfectamente, con el amor de Dios habitando en la familia, ésta puede ser el centro del mundo entero. En la providencia de Dios, no solamente Noé, sino que contaba toda la familia de Noé. Dios estaba interesado en la familia de Abraham, en la de Moisés, en la de Jesús, no simplemente en los individuos.

     Hasta el tiempo presente, la gente se ha inclinado a pensar que la vida religiosa pertenece a un piano etéreo muy por encima de la vida humana, y se ha imaginado que Dios simplemente los llevaría al cielo con Su poder. Pero el camino al cielo es ampliar el radio de nuestro amor, amando a la gente en nuestros hogares, amando a nuestros vecinos, amando a nuestros amigos, parientes, clanes, naciones y a toda la población del mundo. A Dios le agradaría vivir en el hogar donde se vive este tipo de amor. Pero El querría siempre expandir
este hogar a más amplios niveles, hasta que la humanidad entera llegase a ser una gran familia, bajo Dios como nuestro Padre. Dondequiera que veáis hombres de vuestra propia edad, debéis tenerlos como hermanos vuestros. Cuando encontréis a mujeres mayores que vosotros, las debéis tener como tías vuestras o como vuestra madre. Y hacia las mujeres de edad, debéis sentiros como si fuesen vuestras abuelas. La consecuencia de esta clase de corazón será una sola familia sobre todo el mundo.

     Hemos hablado de como restaurar grandes cosas, la familia, nación y mundo, pero el centro de todo es restauraros a vosotros mismos en el completo amor de Dios. Debéis establecer y construir los tres niveles de amor en vosotros mismos, viviendo profundamente vuestra vida. Si no dais nacimiento a vuestros propios hijos, no realizáis completamente el amor de Dios en vosotros. Cualquier cosa del mundo solamente puede ser comprendida por vuestra propia experiencia. Al restauraros podéis realizar el verdadero amor de Dios en vosotros. Entonces, a través del amor en vuestro matrimonio, el amor es ampliado o elevado al siguiente nivel. Cuando sois padres de vuestros hijos, vuestro amor es aún más elevado y alcanza una mayor dimensión.

     Debéis estar ansiosos de tener estas experiencias y restaurarlas en vosotros mismos. Debéis ser capaces de sentir realmente a Dios como vuestro padre amante, habitando en vosotros, iluminándoos. Para sentir esto, vuestra mente y vuestro cuerpo deben ser unidos en armoniosa unidad. Solamente entonces podéis ser amados por Dios. Si experimentáis el amor de Dios hasta este grado, estaréis llenos de gratitud e incluso os sentiréis embriagados en el amor de Dios. Ni siquiera Adán y Eva experimentaron tal amor, si así fuese, nunca podrían haber caído de Dios.

     Como individuos, nuestro deseo es experimentar primero el amor de Dios personalmente. Cualquier hombre que llegase a ser completamente uno con Dios en el amor pensaría: "Soy el más feliz del mundo. Soy verdaderamente amado por Dios. Cualquier mujer que recibiese esta plenitud de amor sentiría que es la mujer más feliz del mundo. Cuando este hombre y esta mujer alcanzasen la madurez, Dios se sentiría feliz de bendecirlos en matrimonio, donde podrían experimentar el amor de Dios a un más alto nivel. Debido a su unión, sentirían que todo el mundo está unido en uno a su alrededor. Con toda la creación a su alrededor, protegiéndolos y dándoles alegría, sentirían que el amor les circundaría, amor proveniente de Dios sobre ellos y amor de sus hijos bajo ellos.

     En el mundo occidental, la gente a menudo se casa sin el consentimiento de sus padres. Pero esto no está de acuerdo con el modelo de Dios. Más que ninguna otra cosa, debéis pensar que el matrimonio es para vuestros descendientes. Pensadlo de nuevo. Habéis nacido del linaje de vuestros antepasados. No pertenecéis a vosotros mismos. No os habéis generado a vosotros mismos. El amor mismo es la fuente del linaje. Siendo el amor más que vuestra vida, vuestro linaje debe ser para vosotros más que vuestra vida. El matrimonio transmite la tradición; de vuestro amor a vuestros descendientes. Cuando abandonáis la tierra, dejaréis tras vosotros a vuestros hijos y nietos y todos sus hijos, a la vista de otra gente, aunque vuestro amor no sea visible. El amor no puede ser visto; habita invisiblemente dentro de vosotros y trabaja a través de vosotros. Pero cuando encontráis un marido o mujer con el amor de Dios, junto con esta persona podéis criar hijos, concretando vuestro amor en ellos.

     Al amar a vuestro cónyuge, sobresalís de vuestros dos linajes. Cuando améis a vuestro marido o mujer, recordad que esta persona es el fruto de pasadas generaciones y el
punto de comienzo de generaciones futuras. Debéis poner tal sumo valor en vuestro marido o mujer.

     El amor es algo que heredáis de vuestros antepasados. En occidente, sois bendecidos en matrimonio por un ministro o a veces por una persona de alto rango, tal como un juez. Pero idealmente vuestros padres os bendicen en matrimonio, así como Dios hubiera bendecido a sus hijos, Adán y Eva, cuando alcanzasen la madurez. En este caso, los padres bendecirían a sus hijos diciendo: "Sois mi vida, sois mi amor, sois mi todo. ¡Estoy tan feliz que hayáis alcanzado la madurez! Yo os bendigo ahora para que seáis marido y mujer. Quiero que os améis el uno al otro, como nosotros, vuestros padres, hemos hecho. Llegad a ser uno mutuamente, semejándonos, y dad nacimiento a hijos sanos, multiplicando vuestras generaciones futuras por siempre". En esta situación, anhelaríais ser como vuestro padre y anhelaríais ser como vuestra madre, y anhelaríais tener el amor que ellos tuviesen. Tal acontecimiento solamente puede ser imaginado, en un mundo centrado en el amor de Dios.

     Como hijos de vuestros padres, nunca querríais ver a vuestros padres separados. Querríais tener armonía en la familia. ¿Os gustaría pelearos con vuestros padres? ¡Nunca! Entonces ¿dónde comienza la tradición de armonía? De vuestros padres, de vuestros abuelos, de sus padres y sus padres. Y ellos heredaron últimamente esta tradición de Dios. El amor de los hijos, el amor matrimonial y el amor de los padres, deben ser juntados en uno, en vosotros. Debéis tener siempre tres niveles de amor en vosotros.

     De los tres tipos de amor ¿cuál es el central? ¿Cuál es el más próximo a Dios? El amor paterno. Si tenéis a vuestros abuelos, debéis ser realmente capaces de amar a aquella gente de edad como amaríais a Dios. Debéis unir los tres amores dentro de vuestro propio corazón, amor por los ancianos, amor por los de mediana edad y amor por los jóvenes. Debéis ser capaces de experimentar estos tres tipos de amor. Si vuestros abuelos están muriendo, ambos, vuestros padres y vosotros mismos, debéis estar en el mismo grado de penalidad y de tristeza, si vuestros padres falleciesen primero, ambos, vuestros abuelos y vosotros mismos debéis sentir la misma pena por ello. En una situación en la que hay alegría, lo mismo, si uno de los tres está alegre, los otros dos estarán igualmente contentos. En vuestra familia, seréis todos uno en corazón.

     ¿Dónde comenzó la aflicción de Dios? En el camino del verdadero amor, en el camino del corazón, se encuentra o la felicidad o el dolor. Todo parte del amor. Cuando se crea amor, hay felicidad. Pero cuando el corazón amante se pierde o es herido, hay dolor. La pérdida del amor afligió a Dios, nada más pudo haberle entristecido. El no quería riqueza, posición, saber o cualquier otra cosa semejante. Quería amor y quería también ejercer amor. Si Dios puede encontrar amor en vosotros, encontrar en vosotros Su amor, Dios será feliz. Pero si El no puede encontrar el amor de Dios en vosotros, se entristecerá. Se entristecerá si no puede encontrar Su amor en parejas y si no puede encontrar el amor de Dios en los padres. ¿Cuánto deseáis tener el amor de Dios? Debéis ser un objeto dinámico, respondiente hacia El, para que Su amor pueda estallar dentro de vosotros.

     ¿Habéis jamás experimentado tal amor? ¿Habéis sido jamás tan felices en el amor de Dios, que casi tuvieseis que llorar de amor? Pero esto no es suficiente, debéis experimentar este grado de amor en los tres tipos de amor. El amor de Dios debe ser tan potente como para conectar a Dios, la humanidad y la creación, y llevarlos a una armonía y unidad absolutas. El amor debe fluir del uno al otro.

     Dios está acongojado por el hecho de que el hombre perdió Su amor. Para llegar a vosotros, Dios ha ido a lo largo de todo el curso de la historia de la restauración, luchando a través de largos años para reconquistar el verdadero amor. Entonces, por vuestra parte, no debéis estar ociosos. Debéis trabajar por Dios y por el mundo, precipitándoos para tenerlo a vuestro lado. Si lucháis contra Satán y vencéis sobre su poder espiritual y físicamente, estaréis en la posición en la que ningún poder del mal pueda nunca invadiros. Llegaréis a ser perfectamente uno con Dios. Allí os reuniréis con El, y os daréis cuenta de que El ha estado en este punto desde el principio, esperando por vosotros y mirando por vosotros.

     ¿Dónde está el punto donde podéis reuniros con Dios, en vuestra habitación o en primera línea del mundo? En primera línea. Entonces, ¿vais a entrar en combate en el mundo de mala gana y llorosos, o de buena gana? Nuestro deseo es la unidad de nuestras mentes con Dios, nuestros cuerpos con nuestras mentes y todo nuestro ser con los demás. Solamente realizando esta unidad podemos restaurarnos a nosotros mismos en los niveles individual, familiar, nacional y mundial. Debemos llegar a suspirar mucho, muchísimo por Dios. Cuando echemos muchísimo de menos a cualquier otro individuo, cualquier familia, cualquier nación, o a todo el mundo ideal, entonces hasta ese punto y hasta ese grado, Dios estará esperando por nosotros. Y nosotros le encontraremos, cuando hayamos encontrado aquello por lo que suspiramos. Entonces ¿no seguiréis este camino?

     Más que por ninguna otra cosa, Dios ha estado triste porque no ha habido nadie que conociese su corazón de este modo. No ha habido nadie que conociese el mundo que Dios quería restaurar, ni quien estuviese dispuesto a luchar y soportar todas las adversidades y dificultades para encontrarle en este mundo. Ya que sabéis estas cosas, tenéis la responsabilidad de conquistar al mundo entero y llevar todas las cosas de vuelta al seno de Dios. Sólo de este modo podemos realizar Su más anhelada esperanza de unidad entre Dios, el hombre y cada elemento de verdad.

     Dios pone sus esperanzas en nosotros y nosotros también tenemos nuestras propias esperanzas parpadeando como llamas dentro de nosotros pero tenemos que multiplicar este fuego y multiplicar nuestro amor para destruir todo el mundo de mal. Podemos tener ahora sólo una oscilante llama de vela, pero queremos derramar luz sobre todo el mundo. La luz será multiplicada y todo el mundo será iluminado por ella en el amor de Dios. Somos los soldados para esta causa y estamos anhelantes de liberar a Dios de su aflicción.

     No debemos pedirle a Dios que nos ayude, sino que tenemos que estar dispuestos a suprimir la agonía de Dios. Como cristianos, podemos restaurar el corazón de Dios a través de nuestras oraciones. El está orando por nosotros. El está orando para que sus hijos e hijas acaben con Su sufrimiento y con el sufrimiento del mundo. ¿Podéis jamás orar a tal Dios que os dé una bendición, que os ayude? Ya que hemos partido de tan lejos de Dios, podemos aliviar el corazón de Dios poco a poco, a medida que pasamos por el curso de la restauración, paso a paso. Cuando pasemos por caminos difíciles, debemos siempre orar a Dios: "Al probar esta dificultad, conozco mucho más tu corazón. A medida que paso por todas estas cosas, comprendo mejor lo que Tu has experimentado". De este modo, podéis tener siempre el coraje y celo para continuar.

     Ya que sabéis todas estas cosas, debéis hacer todo por Dios. Cuando leáis, sentid que estáis leyendo para disolver la pena de Dios. Cuando cantéis, cuando recitéis poesías, cuando escribáis literatura, cuando hagáis cualquier cosa, debéis daros cuenta de que hacéis esto para
hacer feliz a Dios. Debemos ser diferentes de Adán y Eva; debemos ser diferentes de toda la gente del pasado. Debemos llegar a ser una gente tal que Dios pueda decirnos: "¡Me siento aliviado por vosotros! Por vosotros he encontrado de nuevo mi alegría, mi sonrisa, mi hijo, mi todo". Si sois tal persona para Dios, El querrá hablar con vosotros, confiaros cosas. Y Dios querría otorgaros todo lo que tiene.

     Si podéis aliviar la agonía de Dios, si por fin podéis hacer feliz estáis devolviendo a Dios todo a través de esta gente, entonces Dios os recompensará sin duda con algo. Este algo es su amor que es más grande que ninguna otra cosa en el mundo. Recibiréis cosas de más valor que lo que habéis dado. A través del amor de Dios estaréis en la posición de hijos o hijas de Dios.

     Ahora que habéis aprendido el camino para ir en esta vida, cuanto más trabajéis por el amor de Dios, tanto más amor en abundancia podréis recibir de El. Cuando vivimos en el amor de Dios, no tenemos que temer. Si sabéis que habéis estado haciendo todas las cosas por Dios, no tendréis miedo de ser alcanzado por cualquier tipo de desastre, porque sabéis que Dios os guardará y os protegerá. Si os sacrificáis al llevar a cabo vuestra misión a causa de vuestro amor por Dios, seréis mártires recordados en la historia de la providencia de Dios. En el Imperio Romano, cuando los cristianos fueron perseguidos y martirizados, sufrieron por el reino espiritual que esperaban gozar cuando muriesen. Con el pensamiento de que querían ir al Reino de los Cielos de Dios, soportaron el martirio.

     Pero en este mundo estamos yendo a través de todas las dificultades y penalidades y persecuciones para fundar el Reino de Dios en este planeta mientras aún vivimos. Aunque seamos martirizados, estaremos luchando por el amor de Dios. Vamos a ser hijos de Dios. Sabiendo esto, debéis llevar a cabo vuestra misión con gratitud y debéis devolver alegría a Dios.




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